martes, 9 de julio de 2013

Sobre los Mayores!!!

Reflexiones sobre los Mayores


                Desde hace un tiempo, que sucede... En esos momentos en que viajo de regreso a casa...Momentos en que normalmente colocamos el cuerpo en piloto automático, sopesando el cansancio de la jornada... Y de pronto algo, que forma parte de la informe catarata de imágenes que pasan vertiginosas por la ventanilla del colectivo, se torna individual, y dispara recuerdos, sensaciones, embargando muchas veces mi corazón, con lo que podría describir como una mezcla de melancolía, y desencanto... y a la vez esperanza!!!
Esa individualidad tiene una forma definida, es la de una persona  mayor...
Y la primer pregunta es: ¿Qué es una persona mayor?
Recuerdo de mi infancia que el barrio de mis padres, era un caserío humilde. Barrio de trabajadores, tierra nueva y virgen con límites indefinidos entre, San José, Monte Chingolo, Solano, que al igual que en muchos lados, era el fruto del loteo de una vieja estancia, cuyo casco dominaba la escena, la casa de Castellani.  Dos o tres casas por manzana y el resto baldíos, poblados de enormes pinos, frondosos eucaliptos y deliciosas moreras. Y los chicos del barrio íbamos de acá para allá en bicicleta, sin temores, casi sin cuidados. En verano trepados a la mora pasábamos la tarde disfrutando del sol llenando la “panza” con el dulce fruto. En invierno, luego de la lluvia, haciendo derrapes en el barro con la bici, o cazando sapos “cantores” con la “gomera”.
La casa de mi tía Rosa, mi madrina, estaba a unas 10 cuadras, ahí donde el barrio comenzaba a tomar forma, con las casas mas juntas, y algún que otro asfalto nuevo... Cuando salía del cole, que estaba a unas 20 cuadras de mi casa, ya mas adentrado en la urbanidad que se derramaba desde Chingolo, gracias a la presencia del casco abandonado de la fábrica Siam, pasaba por lo de mi tía Rosa, pues allí me esperaba el puchero y los guisos de mi tía Celia, y luego las tortillas con chicharrón de mi tía Dora que acompañaban el mate cocido de la merienda. Pasaba bastante tiempo allí pues mi “viejita”, mi madre, que comenzaba recién a peinar algunas canas, trabajaba “por horas” en casas de La Capital; “Lili, la negrita”, mi hermana mayor por 9 años estudiaba, y obviamente el “viejo” también trabajaba, (por esos tiempos lo de “viejo” era un impensable, por respeto y porque realmente, y acá vamos con el disparador de tantas descripciones, era todavía joven. Era la imagen que tenía de un papá, o simplemente “pa”. Esa imagen es la de un señor, padre de familia, trabajador. El que hablaba poco, pero decía mucho! Mi padre formaba parte socialmente, de un grupo de hombres que yo veía, volviendo a casa, cuando terminaban su jornada en el Frigorífico Pedró, por ejemplo, que quedaba a un par de cuadras de la casa de mi tía. Mi viejo “laburaba” en Barracas, en la fábrica de los Chevys, la General Motors, pero todos formaban parte de ese grupo, los “laburantes”, de fábricas, talleres, etc, que como yo hoy en día, que también salgo de una fábrica, salían de sus trabajos para regresar a su casa. Algunos hacían una parada en el bar de Don Carlos, donde paraban los más mayores, o en el otro bar, el de “Colita”, donde despuntaban los más jóvenes, con billar y algún trago “p’al estribo” expresión que significaba: la última. Hace unos días vi a un señor muy mayor. Estaba vendiendo churros y bolas de fraile, en la estación de Temperley y sentí que de alguna manera este era como el presente,  la proyección, de esos hombres que yo veía, cuando chico. El pelo engominado, raya al costado, de vestir humilde, pero muy prolijo, pañuelo al cuello y un cierto aire de hidalguía y modales respetuosos. Y de repente todos esos recuerdos, todas esas sensaciones, y el sentimiento de que quizás cuando era chico no imaginaba un futuro así para ellos. Los veía fuertes, jóvenes, activos, con sus trabajos de fábrica sin fin, volviendo a sus casas, y ahora cuando veo un mayor vendiendo en la calle, o hasta juntando cartones, no puedo dejar de pensar si a sus 40 habrían pensado en su futuro actual. Ningún trabajo es indigno, pienso sin embargo que lo indigno es que gente mayor tenga que estar a esa edad aún trabajando, en vez de estar con sus nietos, o solo disfrutando de su madurez, plácidamente en su casa.
En lo personal no me quejo, mi padre y mi madre ya rondan los 80 y gracias al cielo se encuentran sanos, vitales y disfrutado de una esperada armonía, con sus nietos y bisnietos. Y yo, todos los días pienso como me va a alcanzar la vida a esa edad, tratando de capitalizar los logros y subsanar los errores y sobre todo hablando con mis hijos, para que la vida no los alcance con sorpresa, tratando de hacer que entiendan que el respeto por los mayores por sobre todo, es el capital sobre el cual considero deberemos construir una sociedad en armonía.


Rubén Ramírez



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